La llamada que recibió Rebecca Volpetti fue demoledora, ya que su jefe acababa de despedirla y ella se quedó echa polvo. Por suerte, su amiga Frida Sante estaba por allí dispuesta a darle consuelo y sin duda lo hizo, sobre todo cuando sacó a pasear un consolador bien grande que tiene guardado. Con él encontraron el modo de olvidarse de todos los problemas, masturbándose mutuamente ambos agujeros y acabar corriéndose casi a la vez con el juguete.